jueves, 23 de septiembre de 2010

About me


Sigo sin saber cómo titular las cosas que escribo. Es más fácil poner un puntito o un "untitled", y últimamente dedico aún menos tiempo en pensar el título. En fin, hoy quería ser egocéntrica y hablar de mí.
Pasaré de formalidades como pueden ser mi nombre, mi edad y la ciudad en la que vivo. Empezaré, ¿ por qué no? por mi pelo. Es rizado e incontrolable. Se podría decir que nos parecemos, con una pequeña gran diferencia. Mi pelo hace lo que quiere. A mí muchas veces me falta el valor suficiente. Pero dejemos a un lado la prosopografía.
Soy, principalmente una soñadora, una idealista. Soy vergonzosa y tímida, y eso suele ser lo que me pierde y me hace perder cosas ( más bien personas) que de verdad necesito. Tengo la manía de ser perfeccionista, aunque raras veces consigo alcanzar las perfecciones que me inpongo.Me cuesta decir lo que siento, porque aunque quizás pocos lo imaginen, tengo muchísimos complejos, y lo que más temo muchas veces es una posible discusión. Eso también me hace perder, porque al final hay veces que exploto, y eso lógicamente no es bueno. Adoro el color azul, y los días con sol. Me pongo más romántica que de costumbre cuando hay luna llena, y puedo pasarme horas sentada en la hierba mirando las nubes. Creo en las certezas, las señales y en que todo es posible si te lo propones de verdad. Hay quién dice que soy una quejica, pero solo me quejo de tonterías. Las cosas que de verdad me hieren, las guardo para mí misma. Por último, soy una romántica empedernida. Creo en el amor y en que el primer beso que te marca es aquel por el que mides el resto de besos de tu vida, en la magia del primer amor y en que hay que luchar por la persona a la que quieres incondicionalmente. El amor no tiene edad y no importa lo que puedan pensar los demás. Y yo misma no sé cómo seguir mis consejos, porque a veces me pierdo por culpa de mi timidez. Otro dato curioso, no sé olvidar. Nadie me ha enseñado, y de momento ni siquiera el paso del tiempo lo ha conseguido. A veces susurro mirando al cielo un little boy con cara de tristeza.
A veces me pregunto, ¿ soy rara? Quizás sentimental...

Untitled

Hace poco me preguntaron si había estado enamorada de él. ¿ Enamorada? Me entraron ganas de reír. Como si "estar enamorada" definiera el estado en el que yo estaba hace unos meses. Es quedarse corto. Muy, muy corto...

martes, 21 de septiembre de 2010

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Ella se levanta cansada, con ganas de cumplir sus sueños, sabiendo de algún modo que los cumplirá cuando un ángel caiga del cielo.
Él se levanta cansado, como cada día, sin saber qué le depara el mundo, dejándose llevar por su indecisión y sus ganas de descansar en las vacaciones navideñas que se acercan.
Ella habla con una amiga, y entonces le ve, despreocupado, caminando. En ese momento sentirá algo que meses más tarde recordará, pero que en ese momento se le olvidará demasiado rápido.
Él coge una revista, lee un artículo y asiente para nadie mostrando conformidad con las palabras plasmadas en el papel. En ese momento no sabe que no será la única vez que se sienta en sintonía con la autora de esas líneas.
Ella es vergonzosa, tímida. Se hace la fuerte, la mayor, pero en el fondo solo es una niña asustada. Lo que no sabe es que esa chica vergonzosa de ojos marrones asustados, de las numerosas dudas, de los mil miedos, desaparecerá cuando se encuentre con lo que tanto tiempo ha estado esperando.
Él es despistado, vergonzoso, diferente. Filosofa sobre la vida como si fuera más mayor, pero en el fondo solo es un niño que a veces juega a ser más maduro de lo normal porque se siente solo en un lugar que no es el suyo. Lo que desconoce es que encontrará una burbuja en la que refugiarse cuando encuentre aquello que tanto tiempo ha estado buscando.
Ninguno de los dos sabe esa mañana fría de diciembre que sus destinos acabarán unidos para siempre. No saben que aprenderán juntos cosas que algunas personas nunca llegan a aprender. No saben que serán felices, que se amarán, que sufrirán, que se separarán, que se juntarán de nuevo, que llorarán juntos y por separado, que lucharán y se rendirán, que él se irá para volver, que ella se resistirá por miedo a perder de nuevo, que querrán desistir, que al final podrán con todo. Solo es una mañana fría de diciembre y aún no saben que el destino los ha juntado para siempre sin que ellos lo sepan.

jueves, 9 de septiembre de 2010

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Una mañana me enfadé conmigo misma y decidí que no podía seguir así. Tenía que hacer una limpieza para poder seguir adelante, por lo menos debía intentarlo. No podía tirar mis recuerdos sin más, pero tampoco podía dejar que siguieran en mi corazón destrozando todo a su paso. Decidí guardarlos por si algún día necesitara usarlos de nuevo.
Cogí una caja y empecé por el principio: la primera vez que te vi, sobresaliendo entre la gente, las primeras palabras y la primera sonrisa de complicidad. Entonces me di cuenta de que prefería ordenarlo por colores.
La caja amarilla la dediqué a las sonrisas. Todas las tuyas, las sinceras, las de “ hemos ganado”, las traviesas, las divertidas, las burlonas y las que me dabas cuando me veías. Las mías, las naturales, las cariñosas, las tímidas, las que te encontraban y las que te perdían…Las nuestras, las fugitivas, las complicadas y las inconformistas que querían más.
La caja de color marrón, la de las miradas. Las de tus ojos marrones, tiernas, apasionadas, preocupadas, enfadadas, tristes, dulces. Las mías: decepcionadas, esperanzadas, atrevidas, provocativas. Miradas de complicidad, cariño y valentía.
La verde, esperanzada, para los gestos. Tu implicación, mi cobardía, tu indecisión, mis caprichos, tu orgullo, mi esfuerzo, tu pereza, mi inocencia…Todo eso recogido en gestos, los típicos que nos ayudaban a dejar a un lado palabras innecesarias.
La caja azul, llena de palabras. Las bonitas, las sinceras, las de doble sentido, las que prometían todo, las que no llegaban, las que dolían y las que iban más allá.
La caja gris, de los días que no nos veíamos. Una morada, la de los partidos. Otra beige para los reproches, una naranja para las promesas, una blanca para los silencios incómodos, culpables y los que existían al juntarse dos bocas en un beso. Y muchísimas tonalidades más, para las conversaciones interminables, los cuentos que me contabas, las caricias, los miedos, las lágrimas, los abrazos, los “ no te vayas”…¿ Y los sentimientos? Casi me los olvido, y me quedé sin colores.
¿ De qué color son los sentimientos? Así que me dije a mí misma que todo estaba guardado ya, que quedaba la indiferencia, pero ya se sabe, que también quedan las mentiras. Recogí el amor y acabé de cerrar la última cajita. Las guardé y las miré con un suspiro, ahora tocaba vivir. Pero yo, torpe de mí, con esta memoria que es como un colador, me olvidé de la nostalgia.
Traté de redecorarlo todo, ahora había muchísimo espacio. Pero no sé cómo, la caja de los sentimientos se abrió, estaba demasiado llena. La nostalgia me molestaba al leer o escuchar tu nombre, y el amor que no había cabido me abrazaba. Era soportable. Pero cometí un error, como no podía dormir abrí alguna caja. El cariño, el amor y la nostalgia me atacaron, la tristeza acudió a su llamada, y tuve que recuperar tus abrazos para poder conciliar el sueño.
A la mañana siguiente no tuve fuerzas para recogerlo todo de nuevo, no sé si por pereza o porque el vacío era demasiado grande. El calor me agobiaba, la fecha no acompañaba, puse el aire al máximo para congelarme como aquella noche de febrero. Fue otro error, uno más para mi lista que crecía cada vez más, porque las cajas se abrieron de repente, como acudiendo a una llamada invisible. Y con ellas las dudas, la incertidumbre, el miedo y el agobio. Me quedé quieta esperando a que la luna volviera a verse por la ventana.

domingo, 5 de septiembre de 2010

5.

Llegan las penas y no lo hacen una a una, como espías, sino en tropel, como en batallones.


Hamlet, acto IV, escena V.