jueves, 27 de febrero de 2014

Sólo luz.

Me pregunté si aún mantenía esa luz capaz de irradiar a los demás. Algo me dijo que no, que el ángel negro que llevaba dentro había acabado con la luz sumiendo mi presencia en una espesa y desagradable oscuridad. Sin embargo rechacé ese pensamiento. La luz seguía estando en mí, simplemente me había convencido a mí misma de que ya no existía y por eso ni yo la sentía ni él reparaba en ella. Sólo tenía que dejarla salir de nuevo, de modo que no sólo brillara, sino que deslumbrara con tanta intensidad que nada ni nadie pudieran hacer que apartara su mirada de aquel centro luminoso que yo volvería a ser...

"Somos sólo luz, personajes que abandonarán la escena y el cuento que ha vuelto a ocurrir... No nos quedan ya finales ni inocencia..."



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lunes, 24 de febrero de 2014

Train.

No era un tren cualquiera, eso estaba claro. No era uno de esos trenes a vapor que tardan tanto en alejarse que si corres en el último momento puedes subirte a ellos en marcha. Para nada. Era un tren de alta velocidad, que arrancaba cuando menos te lo esperabas sin darte la oportunidad de pensarte las cosas o cambiar de opinión. Ahora o nunca, o lo tomas o lo dejas. Me quedé en aquel desierto andén sin entender muy bien qué había pasado, comprendiendo lo mucho que deseaba tomar aquel desvío ahora que era demasiado difícil. ¿Qué debía hacer? ¿Cambiar de destino o cambiar de medio de transporte? O tal vez esperar, una vez más, a que el tren regresara a la estación si la suerte volvía a estar de mi lado...


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viernes, 21 de febrero de 2014

#7

Suena una canción que parece que nunca acabará. La melodía de lo que fuimos y aún somos a veces, cuando nos da por rompernos un poquito, sin que duela del todo. Te quiero violinista. Sigue sonando. Deslizo el arco por las cuerdas, vigilando la afinación de mis caderas cuando pasas tus manos y tirito. Frío, placer y mucho miedo. En eso se resumen las notas que se escuchan las noches tan lejanas en las que hay concierto. La adrenalina corriendo por las venas, las ganas de dejarse caer al vacío sin llegar a tocar nunca el suelo. Magnetismo impregnado de brillo. Un suspiro. Y silencio. 


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domingo, 9 de febrero de 2014

Queen of hearts.

No sé bien si murió de amor o de dolor. Aunque bien pensado era prácticamente lo mismo. Lo encontré allí tirado, inerte, sin mirar a ninguna parte. Destilaba paz. Me tumbé a su lado y me pregunté cómo sería vivir con el corazón muerto.

* * *

Ya está a la venta el libro solidario Cachitos de amor III. El libro está compuesto por una serie de relatos que participaron en el III concurso de microrrelatos románticos ACEN. Además de los 350 escritos seleccionados (entre los que se encuentra Queen of Hearts), los finalistas y el ganador, el libro está ilustrado por imágenes aportadas por AFA (Asociación de Familiares de personas con la enfermedad del Alzheimer y otras demencias de Castellón). El libro puede adquirirse en www.acens.org o en la librería Argot de Castellón. Los beneficios serán donados a AFA (Asociación de Familiares de personas con la enfermedad del Alzheimer y otras demencias de Castellón).

viernes, 7 de febrero de 2014

Untitled.

Somos lo que sobra.
Lo que falta, lo que duele.
Somos la huida, la escapada.
Ardemos.
Molestamos.
Somos.
Simplemente somos.
Y seguimos.
Tú y yo, frente al desastre.
Solos.
Tan juntos.
Tan solos.


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miércoles, 5 de febrero de 2014

Siempre nos quemará París.

Aquel fue el año más importante de mi vida. El año de la mayoría de edad, y el año que me enamoré. Sí, hasta lo más hondo de mi alma, caí en las redes de un amor tan profundo y real que difícilmente podría encontrar reemplazo. Aquel año recorrí por primera vez el trazado de su cuerpo, alimenté mi alma con la dulzura que me inspiraba y supe que desde entonces nada sería igual. Decir que me cautivó es poco. Aquella primera vez fue fugaz, aunque más lo serían las que vendrían luego. Efímeros pero no por ello menos perfectos, cada encuentro era magia pura. Sin embargo yo aspiraba a hacerlo eterno, a que aquel modo de ver la vida fuera mi día a día, a hacer de aquello tan extraordinario lo cotidiano, sin que por ello perdiera un ápice de la luz que me deslumbraba. Sabía que era cuestión de tiempo, no había sustituto posible. Cada día antes de acostarme, soñaba con volver a París y no regresar nunca. 


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