Algunas personas dejan huella. Pero esas marcas se pierden, se borran y no llegan nunca a los centros. Otras personas dejan socavones, heridas emocionales y lo barren todo a su paso. Los destrozos son enormes, eternos y jamás se olvidan. Por mucho que lo intentes, no hay quién las arranque. Las apariencias engañan. Y mientras lees esto sabes perfectamente quién ha anidado de verdad en tu pecho.
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